Cicatrices Invisibles… Dolor que no se ve, pero se siente

Haguit Zahava

Escritora

“A veces el dolor es el primer paso hacia la curación.” En algún momento de la vida, todas hemos experimentado el dolor, en mayor o menor medida. La vida no siempre nos da la opción de elegir solo experiencias placenteras y sin dolor. Durante muchos años, se ha enseñado a la sociedad a ver el dolor como algo necesario para obtener lo mejor de una situación. No está mal, ya que el dolor nos enseña y fortalece. Pero ¿realmente comprendemos el dolor? ¿Entendemos su anatomía? ¿Sabemos qué herramientas necesitamos para gestionarlo mientras dura?

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La neurociencia revela que sufrir una decepción, una traición o una ruptura tiene un correlato neuronal similar a una quemadura o herida física. El correlato neuronal es la relación entre lo que pensamos y sentimos, y lo que ocurre en el cerebro. A diferencia del dolor físico, el dolor emocional no se ve, no se toca ni se oye, pero sabemos que es real. Este dolor emocional, que a menudo permanece oculto y que a veces ignoramos como método de defensa, tiene el mismo impacto en el cerebro que el dolor físico. Una persona con depresión también siente dolor; esta serie de situaciones conduce a emociones intensas, adversas y dolorosas.


Experiencias como la angustia por la pérdida de un ser querido o el estrés acumulado por el trabajo tardan más en sanar que un hueso roto. Las heridas emocionales sangran de manera invisible, y los rechazos duelen como quemaduras. Una experiencia temprana deja una marca duradera en el cerebro, afectando cómo pensamos y reaccionamos en el futuro; esto se conoce en neurociencia como impronta neurológica. El doctor David T. Hsu de la Universidad de Michigan señala que el cerebro reacciona ante el dolor emocional de la misma forma que ante una quemadura física. Una herida emocional no solo implica dolor psicológico, sino también cansancio, problemas de concentración, problemas del sueño y entumecimiento muscular.


El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable que puede estar relacionada con una lesión o no. Es subjetivo y complejo, e involucra pensamientos, emociones y comportamientos. No siempre necesita una lesión para sentirse (Zaneti, Martínez, Castillo, 2020). Las emociones juegan un papel clave en la experiencia del dolor. Emociones negativas como miedo, ansiedad, depresión, ira, culpa y frustración pueden intensificar y complicar el dolor. Estas emociones pueden preceder, acompañar o resultar del dolor (Rodríguez, 2001).


Es importante trabajar de manera responsable aquellos factores que provocan dolor en nuestras vidas. Como mujeres, tenemos la tendencia de ponernos en último lugar debido a todas las responsabilidades diarias. Sin embargo, de nada valen los múltiples compromisos si nuestra salud mental y emocional no es óptima. Entender el dolor es el primer paso hacia la curación; buscar las herramientas y utilizarlas es un paso hacia la libertad. Solo así podemos decir que el dolor es necesario para ser mejores.
Aquí tienes tres herramientas para comenzar a trabajar en ti. Hay muchas más, el camino es largo, pero sanar no solo vale la pena, vale la vida:

1. Reconocer y Aceptar el Dolor: El primer paso es reconocer que estás experimentando dolor emocional y aceptarlo sin juzgarte. Negar el dolor solo puede intensificarlo.


2. Habla sobre lo que Sientes: Conversar con amigos, familiares o un terapeuta sobre tus sentimientos puede ser una forma efectiva de procesar el dolor. Expresar lo que sientes puede aliviar la carga emocional.

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3. Ejercicio Físico: El ejercicio regular puede mejorar tu estado de ánimo al liberar endorfinas, que actúan como analgésicos naturales y elevadores del ánimo.

Y recuerda que, aunque las hormonas pueden influir, no determinan quién eres. La voluntad siempre será más fuerte.

Referencias
 Zaneti, A., Martínez, M., & Castillo, R. (2020). La experiencia sensorial y emocional del dolor. Revista de Ciencias Médicas, 15(2), 123-135.
 Rodríguez, L. (2001). Emociones y dolor: Una perspectiva psicológica. Journal de Psicología Clínica, 20(4), 456-470.
 Hsu, D. T. (2020). El impacto del dolor emocional en el cerebro. Revista de Neurociencia, 28(3), 200-215.