El Libre Albedrío Bajo la Lupa de la Ciencia: ¿Un Concepto en Vías de Extinción?

Por Ivan Gomez

Durante siglos, el concepto de libre albedrío ha sido una piedra angular de nuestra comprensión de la moralidad, la responsabilidad y la justicia. Sin embargo, el neurocientífico y biologista Robert Sapolsky, en su libro Determined: A Science of Life Without Free Will, plantea un desafío radical: la idea de que el libre albedrío es una ilusión generada por nuestro cerebro. Sus argumentos, respaldados por investigaciones en neurociencia, podrían tener implicaciones profundas en cómo concebimos el éxito, el fracaso y el castigo.

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La concepción tradicional del libre albedrío parte de la idea de que los individuos pueden tomar decisiones independientes, ejerciendo control sobre sus actos. Sapolsky desafía esta visión al argumentar que nuestras acciones son el producto inevitable de una serie de causas biológicas, genéticas y ambientales. Según él, la idea de que alguien “elige” ser virtuoso o perverso es tan absurda como culpar a una tormenta por la destrucción que causa.

En el sistema judicial, por ejemplo, la responsabilidad penal suele determinarse en base a tres factores: si el acusado tenía la intención de cometer el acto, si comprendió sus consecuencias y si reconoció que existían alternativas. Sin embargo, Sapolsky argumenta que esta evaluación es insuficiente porque no considera la pregunta fundamental: ¿Cómo llegó esa persona a ser alguien capaz de cometer ese acto? Aquí es donde, según él, la idea del libre albedrío se desmorona.

El Cerebro y la Ilusión del Control

Nuestro cerebro está gobernado por procesos biológicos y químicos que operan fuera de nuestra consciencia. Desde la manera en que se desarrollan nuestras conexiones neuronales hasta la influencia de factores como la pobreza en la función del cortex prefrontal, todo apunta a que nuestras elecciones están preconfiguradas por condiciones que escapan a nuestro control.

Por ejemplo, estudios han demostrado que la situación socioeconómica de un niño puede determinar la estructura y función de su cerebro antes de los cinco años, afectando su capacidad de autocontrol y planificación. Esto sugiere que incluso cualidades que solemos considerar como virtudes personales, como la tenacidad y la autodisciplina, son en gran medida el resultado de circunstancias externas y biológicas, no de una “voluntad” innata.

“No Hay Forma de Elegir Quiénes Somos”

En una reciente entrevista con el New York Times, Sapolsky reforzó su postura con una afirmación contundente: “No hay forma de elegir quiénes somos. No elegimos nuestro ADN, la crianza que recibimos ni las experiencias que nos moldean. Si comprendiéramos esto, podríamos replantearnos conceptos como la culpa y el castigo”. Para él, la ciencia ha demostrado de manera inapelable que nuestras acciones están determinadas, y la idea de un “yo” que controla sus decisiones es solo una construcción de nuestro cerebro.

Uno de los mayores temores al aceptar la falta de libre albedrío es que podría llevar al caos moral, ya que sin responsabilidad individual, algunos creen que no habría razón para comportarse éticamente. Sin embargo, Sapolsky sostiene que la ausencia de libre albedrío no implica la ausencia de moralidad. De hecho, argumenta que podría llevar a una sociedad más justa al reducir el deseo de castigo retributivo y promover un enfoque basado en la rehabilitación y la comprensión de los factores subyacentes que llevan a una persona a actuar de cierta manera.

Tal como la humanidad ha abandonado creencias obsoletas como la brujería y las posesiones demoníacas, Sapolsky sugiere que podríamos estar en el umbral de una transformación similar respecto al libre albedrío. Si la ciencia demuestra que nuestras decisiones están determinadas por procesos biológicos, ¿podremos adaptar nuestras instituciones para reflejar esta nueva comprensión de la condición humana?

El debate está lejos de concluir, pero una cosa es segura: cuanto más aprendemos sobre el cerebro, más se tambalea la idea de que somos los autores absolutos de nuestras acciones.